lunes, 19 de diciembre de 2011

El monumento ecuestre del General











La estatua ecuestre de San Martín, todo un símbolo de la ciudad.


Una historia de accidentes y frustraciones, pero con buen final

Hoy, a 126 años de la fundación de Río Gallegos, la estatua ecuestre del General San Martín, ubicada en el centro de la plaza que lleva su nombre, es punto de encuentro para un sin número de festejos y actos. Sin embargo, pocos conocen las peripecias que tuvo que pasar este monumento para estar allí.


Hace más de un siglo atrás, nuestra plaza era muy distinta: estaba en la mente y la imaginación de un agrimensor, reflejada en un pedazo de pampa con cuatro mojones, toda piedra y mata.Creció, conforme lo hizo nuestra ciudad. Cambió junto con ella y de ser sólo una porción de terreno con un mástil, fue adquiriendo, con el paso del tiempo, distintas fisonomías.No sólo sus formas cambiaron, también su nombre, ya que antiguamente su denominación respondía a “Plaza Mitre”.Conforme la ciudad crecía, la plaza acompañaba esa transformación. Había más gente en las reuniones cívicas y resultaba indispensable ampliar el sector central, decidiéndose colocar allí un monumento acorde a la figura del Gran Capitán, Don José de San Martín. Nadie se imaginaba cuando se tomó la decisión, que se deberían sortear numerosos inconvenientes para su concreción.En 1946 la Comisión Municipal de Fiestas Públicas, había reunido una interesante cantidad de fondos y proponen la compra de nuevos juegos infantiles, pero el intendente les responde que ya habían sido adquiridos. Deciden entonces invertir el dinero en un monumento ecuestre del General San Martín, en reemplazo del busto que fuera inaugurado treinta años antes. Para que esa decisión se transformara en una realidad, pasarían ocho años. El coronel Francisco Fenton, en nombre de la comisión, suscribió un contrato por el cual se encargaba la fundición de la estatua a Humberto Radaelli por el precio de $ 25.000 m/n.Con el encargo realizado, se empezó de inmediato a construir el basamento, hecho en hormigón armado y revestido con piedras traídas especialmente de las canteras de Puerto Deseado. Se adquirieron al escultor Luis Perlotti, los dos bajorrelieves laterales: el “Abrazo de Maipú” y el “Paso de los Andes”, como así también el cóndor fundido en bronce. Todo estaba listo, sólo faltaba que llegase la escultura, fijándose la fecha de inauguración para el 25 de febrero de 1949. Pero ello no pudo concretarse. El turno de entrega prometido fue postergándose en forma reiterada, debido a la gran demanda de este tipo de estatuas, en virtud de la conmemoración del centenario de la muerte del prócer. Cinco veces consecutivas la obra realizada era para Río Gallegos pero terminaba con destino distinto. El 25 de marzo de 1952, el fundidor Radaelli, pretendió desconocer el contrato suscripto, solicitando para la realización de la obra una cifra cuatro veces superior a la pactada basándose en que el costo del material y de mano de obra oscilaba en los $ 100.000 m/n.Esto provocó que la comisión se presentara ante el Concejo Municipal, para dar un amplio informe de la situación. En sesión pública, realizada en el mes de julio de ese mismo año, se ratificó lo actuado y se autorizó a la comisión a entablar acciones judiciales. Los asesores legales, recomendaron llegar a una razonable transacción con Radaelli y luego de profusas negociaciones con el fundidor se llegó al precio final de 78 mil pesos moneda nacional.Finalmente el monumento quedó terminado, pero no finalizada la odisea. El carromato especial para su traslado al puerto de Buenos Aires, sufrió un accidente, produciéndose el desprendimiento del brazo derecho y un serio resentimiento en la cola del caballo.Embarcada ya en el vapor “Lucho”, éste sufre un serio percance de navegación. Un gran temporal lo pone en peligro de naufragio, se tira por la borda todo lo que había en cubierta, pero se salva la estatua la que es depositada por fin el 26 de mayo de 1954 en nuestras playas.El 9 de julio de 1954 fue inaugurada, en una jornada memorable, donde el presidente de la comisión, don Alberto Raúl Segovia, junto al resto de los integrantes, hace entrega formal del monumento a la Municipalidad de Río Gallegos.Simultáneamente y a raíz de una solicitud de la propia comisión organizadora, realizada a las autoridades del territorio, se dicta el decreto presidencial cambiando la denominación a nuestra plaza otorgándole el nombre con el que hoy todos la conocemos: plaza San Martín.


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