Lo vivido ayer, una postal que por un momento
se asemejó al 29 de diciembre del 2.011, fue el resultado de una interna propia
del PJ en Santa Cruz.
No fue el pueblo, no
fue la gente, fue la interna, que derivó en violentos hechos repudiables, y que
no justificaron –jamás debería aclararse esto- el ataque legisladores que
si bien no gozan de la comprensión, empatía y fraternidad de los
habitantes, fueron elegidos democráticamente.
Decir esto no es para
nada agradable para la mayoría de lectores, y aunque sea obvio, la
violencia no se mide desde el lado que la ejerce. La violencia es violencia, y
punto.
Se ejerció desde las
bases, y desde la dirigencia. Todos la provocaron, incentivaron, y hasta
aplaudieron.
Ayer el diputado
Alejandro Victoria, tuvo un duro cruce con integrantes de “La Cámpora ”, que junto
al diputado Matías Bessi, insultaron y “cachetearon” al legislador oriundo de
Puerto santa Cruz.
La gravedad
institucional ahora no solo inundó las calles, sino que también llegó al
recinto. La falta de consenso de los legisladores, Ejecutivo e Intendentes
explotó en la mano de la paz social, por lo cual, difícilmente pueda
transformarse en entendimiento en el sector de la militancia.
No fue casual. La
violencia verbal ejercida por Intendentes, algunos legisladores, y
el propio gobernador, cruzo el 2.012 de tal forma, que las acusaciones
mediáticas parecían valer más o formar parte del debate y doctrina que
históricamente representó al Partido Justicialista y que de a poco se
replicaran a nivel nacional.
Fue una interna más que
se desmadró, y no parece tener retorno. Aún restan tres años más.
La intolerancia tuvo
traje y corbata, pero también overol. (El Diario Nuevo Día).
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